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domingo, 28 de octubre de 2012

La Venus del minero.


Contaba el tío Wilde que en un viaje al lejano Oeste conoció a un minero aficionado al arte.
Por aquel entonces se hablaba del descubrimiento de la Venus de Milo y muchos celebraban su bella factura. 
El caso es que algún comentario debió de escuchar atentamente el minero pues desde entonces aspiraba a hacerse si no con el original, al menos con una copia de la misma.
Cuando le sonrió la fortuna y reunió el dinero suficiente, hizo un pedido a un importante taller para que le facilitasen una reproducción en yeso. Tras varios meses de espera el ansiado objeto llegó a su destino.
No debió ser de su agrado, pues nada más ver la pieza montó en cólera y demandó a la Compañía de Ferrocarriles. Y lo más curioso es que ganó el pleito.
Le dijo a tío Wilde que durante el viaje en tren debían de haberle roto los brazos.

sábado, 27 de octubre de 2012

Leucipo.



Ya se murmuraba en la antigüedad que Leucipo era una invención de Demócrito.
Demócrito hablaba de los átomos y de los átomos entonces no estaba de moda hablar, pues ya Platón lo censuraba por sus escritos.
Quizás para no cargar con la responsabilidad de su tesis, Demócrito se ingenió a Leucipo.
De Leucipo se sabe poco, lo que quiso contar Demócrito.

domingo, 14 de octubre de 2012

Tomiris



Tomiris era la reina de los masagetas. Hasta sus tierras, con intención de conquistarlas, se asomaron los persas guiados por Ciro el grande.
Los masagetas encendía fuego y arrojaban a las llamas unas frutas. Cuando inhalaban el humo que producían al asarse, perdían la cabeza como hacen los griegos con el vino.
Primero Ciro ofreció matrimonio a Tomiris, pero después con engaños mató a su hijo.
En las anchas llanuras de los masagetas ambos ejércitos chocaron. Las flechas cubrieron el cielo y Ciro cayó muerto. Tomiris, victoriosa, recorrió el campo de batalla llenando de sangre un odre. Después cortó la cabeza del rey y la introdujo en el mismo. "Así te hartes de sangre", dicen que gritó la amazona.

jueves, 11 de octubre de 2012

Hoplita.


No era un hoplita al uso puesto que su indumentaria delataba un absoluto desconocimiento de las armas y equipamiento de aquellos. Sin embargo, el trazo lo hacía lo suficientemente enérgico como para protagonizar alguna epopeya. Podría dársele un puesto como mercenario entre los ejércitos de la antigua Atlántida, la caza de un monstruo marino o la construcción de una gruesa muralla. ¿Por qué no? Es tan fácil fabricar héroes. Cuestión de ponerse a soñar.

miércoles, 3 de octubre de 2012

El salto del ángel.



El ángel era sólo una piedra, eso sí, muy bien esculpida. Parecía querer incorporarse, quizás para elevarse a los cielos. Pero lo cierto es que en esa posición se quedó para siempre. Tal vez porque el suyo hubiese sido un salto a nada o simplemente porque amó ese instante indefinido.