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sábado, 25 de abril de 2015

La hermana de piedra de Zahara



De piedra tenía una hermana Zahara, princesa de la corte de los califas, que en todo se le parecía excepto cuando el fresco del Guadalquivir trepaba por los muros de palacio agarrándose a la yedra hasta su estancia, y a ella le entraban sofocos y temblores por todo el cuerpo. La de piedra permanecía muy quieta mientras Zahara se abrazaba con todas sus fuerzas a los cojines de la cama y se tapaba con los cobertores de seda y lana, y jadeaba del esfuerzo para entrar en calor.
Un día asomó el califa con la guardia de los mudos y persiguieron al intruso, que se refugió en la ribera junto a su padre el río. Como la caza fue vana, volvió el rey por donde se había venido y, para calmar su enfado, golpeó la cara de la estatua con el mango de su espada hasta partirle la nariz.
De las dos hermanas sólo queda la de piedra, que asomada a la muralla contempla el río aún. Y observándola a ella podemos imaginarnos el rostro de Zahara, pues incluso después de aquella noche ambas conservaron el parecido como dos gotas de agua.



sábado, 18 de abril de 2015

El ejército de Aníbal



Aníbal, el púnico, juró de niño guerra eterna a Roma. Se ve que la cosa venía de familia porque los Barca ya le tenían de antiguo saña a los romanos. El caso es que una vez invadida Iberia, los de Cartago rumiaron atacar Roma por sorpresa. Sin hacer mucho ruido, salvo un escándalo de narices en los alrededores de Sagunto, Aníbal reunió gente de entre los íberos y celtas para que viesen a unos elefantes que le acompañaban. Con la excusa de mostrarles a los indígenas la utilidad de los paquidermos como transporte, les invitó a hacer hiking por los Pirineos y después los Alpes. Una vez que se vieron en la Península Itálica, les dijo Aníbal de arrasar todo aquello, pues después de tan fría aventura había que entrar en calor y no era cuestión de haber hecho el viaje en balde. Diez años recorriendo ambas vertientes de los Apeninos matando, violando y robando, convirtieron en hispanos a aquellos íberos y celtas, y lo curioso es que al regreso a la piel de toro, muchos ya lo hicieron como romanos, sin haber pisado la capital. Cosas de la civilización.