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viernes, 25 de septiembre de 2009

Alone in the dark.


Un ruido en la cocina despertó mi instinto sanguinario aquella noche. La luz se había ido y como yo pago mis recibos puntualmente, algo se encendió en mi cerebro. Aún no había tenido tiempo ni de aflojarme el nudo de la corbata, ni tan siquiera de quitarme los zapatos. Estaba tumbado sobre la cama y pegué un brinco como sólo los tigres de Bengala saben hacerlo. Saqué la pipa de la mesita de noche, (donde también guardo un sobrio ejemplar de la Biblia y unas viejas revistas porno, Private, creo); y me dirigí por el pasillo, cauteloso, hasta donde el oído me indicaba. Desde el marco de la puerta, aprecié un bulto relampagueante sobre la placa vitrocerámica y, sin dudarlo dos veces, disparé hacia aquello como un poseso hasta vaciar el cargador. En ese preciso instante se hizo la luz. Había sido un apagón en todo el barrio. En el suelo, junto a mis zapatos, brillaban los casquillos. En frente, Blaqui sacaba la lengua y meneaba el rabo. Más arriba se confundían un montón de cristales con plásticos, aluminio, cables, huevos fritos y bacon.
- ¿Cuánto llevas sin comer Blaqui?-, le dije.
-Pobrecito- y le acariciaba.
-Joder!... Y SIN CAGAR?!
Y le tiré la pistola a la cabeza que acertó en todo el televisor.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Amor de piedra.


En aquella época de la Prehistoria, eso de encontrar pareja no tenía nada que ver con los chats ni las páginas webs de casamientos de hoy. El cortejo de la especie era más directo. Bastaba con darle un buen garrotazo a la fémina en cuestión en los omóplatos y llevársela a la cueva para ponerse a fabricar chiquillos. Por aquel entonces lo de la violencia de género era de lo más normal.
Con el andar de los tiempos y la evolución esas costumbres primarias fueron desapareciendo. Bueno, en parte. Aún subsiste el homo primigenius en áreas domésticas de nuestra geografía. El homo y la homa, todo hay que decirlo.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Cincinato.


Amenazaban a la República los ecuos y volscos, pueblos belicosos del solar latino, y el Senado romano nombró dictador a Cincinato para plantarles cara. Recibió éste el nombramiento mientras trabajaba la tierra. Dejó el arado clavado en el surco y marchó impertérrito a cumplir con su deber.
Dieciséis días anduvo guerreando. Cuando pasó el peligro, dejó las armas para volver a coger su arado y continuar con su labor tal y como la había dejado.
Cincinato quedó en la memoria como ejemplo de dictador, hombre al servicio de la República sin sombra de ambición alguna.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Constantino Coprónimo.


A Constantino V, Emperador de Oriente, capital Constantinopla, (718-775), lo llamaron Coprónimo porque se cagó en la pila bautismal mientras le mojaban el cogote.
Se entretuvo el hombre, ya con perilla, en defender las fronteras de musulmanes y búlgaros, que se habían puesto muy pesados, como los bárbaros de antaño.
Y en el interior del Imperio Romano, que los franceses llaman Bizantino, a quemar monjes iconódulos en el hipódromo porque no le agradaban las estampitas. Osea: era iconoclasta el tío.
Un día se murió como todo el mundo y dijeron que había sido castigo divino.
Cuando cambiaron las tornas, los iconoclastas echaron mano de su tumba, la profanaron y arrojaron sus restos al mar.
Si llega a estar vivo, igual se caga de miedo o en el padre de alguno.

sábado, 5 de septiembre de 2009