A Constantino V, Emperador de Oriente, capital Constantinopla, (718-775), lo llamaron Coprónimo porque se cagó en la pila bautismal mientras le mojaban el cogote.
Se entretuvo el hombre, ya con perilla, en defender las fronteras de musulmanes y búlgaros, que se habían puesto muy pesados, como los bárbaros de antaño.
Y en el interior del Imperio Romano, que los franceses llaman Bizantino, a quemar monjes iconódulos en el hipódromo porque no le agradaban las estampitas. Osea: era iconoclasta el tío.
Un día se murió como todo el mundo y dijeron que había sido castigo divino.
Cuando cambiaron las tornas, los iconoclastas echaron mano de su tumba, la profanaron y arrojaron sus restos al mar.
Si llega a estar vivo, igual se caga de miedo o en el padre de alguno.
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