Mi tío Miguel no es que fuese irreverente, sino que era un tipo hercúleo que no sabía medir su fuerza y así, en cierta ocasión, por ejemplo, en su más tierna adolescencia, luchando con un pollo, que iba a desplumar para hacer caldo en una olla con él, se le fue la mano y le arrancó la cabeza. Dejó las paredes del patio salpicadas de sangre sin comprender muy bien qué es lo que había sucedido. Lo contaba mi madre en ciertas ocasiones, a cuento de algún suceso semejante, pero menos sanguinario, protagonizado por alguno de nosotros, casi siempre mi hermano. Desde que escuché la anécdota la recreé en mi mente, y no tardé en buscarle algún tinte mitológico o sacro, y me acordaba de los pollos que se sacrificaban en Atenas a Asclepios y en Roma a Esculapio. Pero también del gallo que cantó a Pedro su traición contra el Mesías. Y acariciaba la posibilidad de que el de mi tío era descendiente de aquel y así su linaje había recibido justo castigo, por delator. Pero la anécdota que pensaba contar era otra, aunque pudiera guardar relación religiosa. Fue un día en que, acompañado de mi tía Maricarmen, se plantaron en una tienda muy fina de Madrid donde vendían objetos decorativos. Se conoce que pretendían comprar un regalo para alguien de postín, con afán de demostrar su poderío. Dio la casualidad, puesta allí por el diablo, de que había una mesa con unos niños jesuses muy monos y mucho más caros; y a mi tío le entró gana de estudiar uno de cerca, con tan mala fortuna, por lo frágil que era, que lo decapitó sin propósito, haciendo palidecer a mi tía. Pero como era hombre avezado en lides semejantes, por experiencia, no paró mientes en sacarse un moco y soldar el estropicio, para escándalo de mi tía, aunque calló sabiéndose cómplice del sacrilegio. Dejaron la figura como la encontraron, en compañía de sus semejantes y salieron por piernas del establecimiento. Cuando rememoro esta última, que nos narró mi tía a los pocos días, pensé en Herodes, pero también en el moco que alguien pondría en los altares. Es una pena que ya no esté para contarnos esta y otras que se guardase.
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domingo, 2 de febrero de 2025
Sacrifiquemos un moco a Esculapio
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