Abengalbón, rey moro de Molina, era moro amigo, muy amigo, de Rodrigo, Ruy, Díaz de Vivar, Mio Cid. Y lo recibía con cariño cuando este iba a Valencia a partir unas lanzas con otros caballeros y peones, y paraba en su casa. El cristiano aprovechaba para contarle sus cuitas y la traición de los de Carrión, mala gente donde la haya. El moro levantaba el mantel cuando en condumio cesaba, de carne de cabrito, dátiles y pasteles de miel, y de debajo de la mesa emergían unos músicos, y una bailarina muy rumbosa de pies desnudos, que amenizaban el resto de la velada; ella con danzas y canciones, para retirarse después al jergón con el caballero. Por una ventana abierta al caso asomaba la cabeza Babieca, para no perder punto del torneo, y un negro se encargaba de que no le faltase de comer y beber. Así trataba el bondadoso rey a sus amigos, que Alá lo tenga en su gloria.
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