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sábado, 22 de febrero de 2025

El urinario de los salesianos

A meaos olían y mucho los urinarios de los salesianos de Madrid, los que había en el patio, al fondo, lindando con la puerta por donde entraban los autobuses. Es una de las cosas que mejor y aún recuerdo de aquel colegio. Otras eran las horas de medios audiovisuales, la exposición anual de los misioneros o las visitas al salón de actos con motivo de alguna efeméride, esos partidos de gordos contra flacos, e incluso que allí hice la primera comunión disfrazado de marinero, con un silbato de los de verdad colgando del cuello, junto al crucifijo. Por cierto, que a la ceremonia acudió un compañero vestido de monje, el más original. Creo que siempre sospeche que aquellos servicios no los limpiaba nadie, porque invitaban a no asomarse, tal era la fetidez. Es posible que lo hiciesen con manguera, desde muy lejos. Tal vez era intencionado, para que nadie echase allí más tiempo que el que corresponde a una meada o un truño ligero. Así se evitaba el fumeteo o el riesgo de saltarse el sexto mandamiento. Pocas veces pisé yo aquel sitio, porque era insufrible, ya digo. Los Santos Padres de la Iglesia, u otros más tardíos, señalaban el tufo como uno de los más insufribles castigos del Infierno. Les daría la razón si no fuese porque nunca he pasado por allí, espero no hacerlo si el olor va a resultar como el de aquellos.


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