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viernes, 14 de febrero de 2025

Ruina y decadencia del VIP, o la Puerta del Sol

No hace mucho, cenando en el VIP de la Puerta del Sol, una ensalada de esas que traen de todo lo que te gusta, rememoré por un momento la proclamación de la República, que fue ahí mismo, porque este establecimiento está en una esquina de esa media plaza, donde se comen las uvas de Fin de Año mientras se desviste Pedroche y suben o bajan las bolas, (nunca recuerdo exactamente qué hacen), del reloj del fondo. Y pienso, reflexiono, lo mucho que han cambiado las cosas. Había cola para para entrar, como cuando en Moscú abrieron el primer Mc Donald´s, y gente de todos los colores, que lo hacían más democrático. También hubo un rato que pensé estar en cualquier parte, incluso en Jaén, que también tiene ya uno, y parece más fino. A esto lo llaman globalización, que es la utopía buena. No salió cara la broma, pues es el truco de los pobres y catetos para presumir de dónde hemos comido, y pocos imaginarán que estuve tarareando el himno de Riego mientras tragaba los taquitos de salmón, porque a mí me mataron defendiendo a Riego, asunto que muchos ignoran. El caso es que treinta años antes de la fecha, justo en la acera de enfrente, me compré La historia de la decadencia y ruina del Imperio Romano, de Gibbon, ocho tomos publicados por Turner, una traducción antiquísima, que siempre ha sido mi devocionario, porque había librerías donde ahora venden móviles. Luego me entretuve viendo a un tipo disfrazado de gorila, más divertido que el oso del madroño. El mundo cambia tan deprisa que ya no advertimos que no es el nuestro. Un día, todo esto serán ruinas.


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