Yo me acuerdo del Yo Claudio que era la serie de romanos que pasaban por la tele cuando a Franco lo habían enterrado provisionalmente en El Valle. Mi abuela siempre se quejaba de lo malos que eran, porque le resultaban escandalosas sus formas y costumbres. A mi me chocaba lo maquillados que iban, los pelucones, y lo poco que salían a la calle. El actor que hacía de claudio, Derek George Jacobi, parecía más viejo entonces que en otras pelís de romanos más modernas. Es algo que no me quita el sueño pero me hace meditar. El argumento se basaba en las novelas de Robert Graves, sobre Claudio el dios y su esposa Mesalina, pero luego los guionistas añadían y retocaban lo que les parecía, que es lo que suele pasar con las adaptaciones. A mí me gustaron mucho las novelas, pero creo que ahora, si volviese a leerlas, no tanto. Yo me quedé atrancado en su Diosa Blanca y los tomacos de los mitos, porque daba la sensación de que perdía el norte y divagaba más allá de lo que la ciencia permite. Hubo una parodia de la serie que, si no me equivoco, interpretó, entre otros, Pepe da Rosa, en la que eran envenenados todos después de una bacanal. Desde entonces, he de confesar que miro los higos con recelo antes de llevármelos a la boca, no sé si estarán emponzoñados. Por uno de esos se fue Augusto a la tumba. Es una vergüenza como tienen el sepulcro en Roma.
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