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sábado, 23 de noviembre de 2024

Gladiator y van 2

Pocas veces me he dormido en la sala de un cine, pero me ha pasado. Ayer, sin ir más lejos, casi que no despierto. Igual fue porque la abrieron hace poco y los asientos son de esos que regulas con un mando, te acomodas y te traen un emparedado si lo pides. Pero lo cierto es que no pedí nada. Por eso deduzco que es que la peli no era muy buena. Dicen que las segundas partes no lo son, no siempre, pero en este caso venía a confirmarse la sospecha. Gladiator, que quiere decir gladiador, no deja de ser un remake de la primera, con otros protagonistas y algún repescado. Se deja ver a ratos, porque medios para reproducir la antigüedad, aunque sea de mentirijillas, no faltan, y se hace atractiva. Ahonda en los tópicos creados por la original, abundan los moros, los emperadores se parecen a los javis y los buenos a los héroes de Marvel. Gladiator convierte el estoicismo de Marco Aurelio en una serie de frases vacías y rimbombantes. Imagino que el final, esa concentración de pretorianos y legionarios, azules y rojos, habrá deleitado a todos aquellos que disfrutan con los desfiles de disfraces y tambores, aunque lo más probable es que se hayan quedado con las ganas de ver qué fuerza ganaba en el choque, que es el tipo de cosas que gustan a los frikis de esta naturaleza y discuten a la salida de una proyección de romanos. Lo más divertido, en mi humilde, pero serena opinión fue el senador, una monada. Por lo demás, el rinoceronte era plato común y su cuerno la viagra de entonces. Eché en falta unos toros en la arena, y cocodrilos del Nilo en lugar de tiburones, que son cosas de Spielberg. En definitiva, un buen film para un cine de verano de los de antaño.


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