Hay varias del Quijote en las que, a pesar de su buena voluntad, se solucionan las cosas a pedradas y garrotazos. En todas ellas sale el cuerpo del hidalgo quebrantado, pero reforzada su fe en la ley de caballerías. La del rey ha sido una quijotada de espanto y espantado ha salido Sánchez como hubiese huido Sancho. A desastres de estas dimensiones no se asomaría Putin, ni el rey de Marruecos, pero en la tierra que pisamos nos creemos don Pelayo o Agustina de Aragón. Antaño se apedreaba a los santos, pero la gente ha perdido la fe. Ahora se echa mano del tik-tok, y si no hay internet se recurre al lodo.
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