Ahora sacan a relucir a los dos Machado, el bueno y el malo, y van a ver como perdonan al malo. Atrás y en el olvido quedaron las fotos de ambos con don Miguel Primo y su hijo en la presentación de La Lola se va a los puertos, porque al dictador le gustaba mucho el teatro. Después los liberales trajeron la república y se la merendaron los socialistas, empezó la revolución. Antonio y Manuel buscaron el modo de salvar el pellejo, cada cual donde le atrapó la guerra. El Machado bueno quedó en el rojo y después marchó al exilio, y su tumba es hoy centro de peregrinación. El malo, al que sorprendió el alzamiento en Burgos tuvo la deferencia de definirlo como carlistada, y para sobrevivir a su gracia tuvo que estar desdiciéndose el resto de la guerra, hasta alcanzar el perdón. Así pasó al Nodo y la historia como el poeta del panegírico al vencedor de la cruzada, durante el desfile de la victoria. De los dos Machado fue Manuel, el de carácter festivo y transgresor, el que hizo la bohemia y se corrió las borracheras en París con Gómez Carrillo, (nuestro Wilde), y Rubén Darío, (hoy un maltratador). Es Manuel el menos poético de los Machado, según se vea, es discutible, pero, en el fondo, el más humano, porque se hundió en el fango. Con el perdón de los moralistas hay que limpiarse el culo. Nunca lo he condenado. Siempre he estado del lado de los indisciplinados y disruptores, incluso en el aula.
No hay comentarios:
Publicar un comentario