Toda religión es un negocio. La literatura, que ya es un negocio, se convierte en religión, para garantizar su rentabilidad. Clubs, círculos, talleres, cursillos, jornadas, eventos amparados por las editoriales, reúnen a los neófitos y los educan en el consumo del libro. Los lectores se dejan guiar y escuchan en vivo o por videoconferencia a los popes del nuevo credo. Estos les hablan y adoctrinan con aquello de que los libros diferencian a los lectores del resto, y que son una obra de amor, expresión de la búsqueda de la sabiduría y la belleza, o terapéuticos. Pero ahí está el Mein Kampf. El escritor es un actor, un buen vendedor, un embajador de la editorial. Atrás quedaron los bohemios borrachos y apestosos que mendigaban tostadas al sol de la Puerta del idem. El que triunfa es el influencer y, si escribe, mejor.
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martes, 15 de octubre de 2024
Leer ya es un rito
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