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sábado, 9 de marzo de 2024

La Batalla de Simancas

Extraordinario el trabajo gráfico de Raúl Cáceres para el no menos sugestivo relato de Rafael Jiménez; me refiero a La batalla de Simancas, el álbum de la editorial Cascaborra que ha visto la luz recientemente. Hasta ahora la referencia obligada en la recreación del medioevo peninsular eran los comics del inefable Hernández Palacios. Historietas novedosas y arriesgadas por su estilo, color y narrativa, que vieron la luz a mediados de los 70 del siglo pasado en la celebrada revista Trinca, un aperitivo de lo que fue el boom de los cómics en la década posterior. El Cid, Roncesvalles, y otras se convirtieron en referente obligado para nuevas obras no menos ambiciosas, pero que no gozaron del prestigio de aquellas. Palacios era un complicado rival por batir. Sin embargo, estoy convencido de que esta recreación histórica originada por el genio y magnífico pincel de Raúlo no pasará desapercibida y provocará un importante revulsivo respecto a lo que el cómic aún puede ofrecer a la hora de retratar la historia. Es su estilo barroco y detallista, violento y dinámico, el que se acomoda a inesperadas composiciones de página, originales en cuanto al ritmo narrativo, que no da descanso al ojo del lector y le obliga a gozar del poder de la imagen del conjunto, abigarrada pero efectista. Es imposible no dejarse seducir por un arte tan singular e inesperado en un terreno como es el histórico, de rutinas depuradas y clasicistas. La representación de la etapa del Califato, sus protagonistas y escenarios, es tan sugestiva como podría serlo la invasión de los hunos ejecutada por los artistas del romanticismo, donde prima lo sensacionalista y chocante sobre lo racional y equilibrado. Aunque, hay que reconocerlo, nada de lo que dibuja Raúlo obedece al capricho y la casualidad sino al estudio y análisis detenido del proceso para obtener el mejor resultado.

El único defecto que le encuentro a la edición es el de que el álbum debiera haber tenido unos centímetros más, de alto y ancho. Es un cómic que merece un formato más grande, para poder ser apreciado como le corresponde. Y tampoco estaría de más mejorar la calidad de la impresión en las futuras reediciones, que en ocasiones el blanco y negro se convierte en blanco y gris. Por lo demás, una obra muy recomendable a la que auguro un espacio significativo en la historia del cómic patrio.


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