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domingo, 27 de abril de 2025

El maestro, el cura y un primo bastardo

Don Manuel Gómez era un maestro de los que se formó en la república y abrió un colegio que se llamaba la Santísima Trinidad, porque su mujer se llamaba Trinidad, y de este modo pudo ganarse la vida en la difícil posguerra, con más o menos fortuna. Todos los años sus alumnos pasaban el examen de doctrina con sobresaliente. El cura a cargo del mismo señalaba con satisfacción que los alumnos de don Manuel conocían las Sagradas Escrituras mejor que los de los jesuitas. Este ministro de la Iglesia, Espinar Hidalgo, había hecho un hijo durante la guerra, pero se lo pasaron por alto porque eran pocos los curas que habían sobrevivido a la revolución. Contaba mi padre, de este primo lejano, que era un buen muchacho, tanto como el cura que velaba por ellos.


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