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miércoles, 23 de abril de 2025

El día de esa cosa llamada libro

Ya está ahí el día del libro, que es ese montón de hojas impresas que con el tiempo se vuelven amarillas, y que cuando se junta con otros se convierte en una biblioteca y después en un problema de espacio e higiene. Los libros no te hacen mejor ni más sabio, en realidad más solitario y escéptico. El libro es un gasto innecesario que te han hecho creer indispensable. En la antigüedad la gente usaba la memoria, se llevaba la biblioteca en la cabeza. De este modo te soltaban el romancero, la Biblia o el refranero popular sin pestañear y a la velocidad del google. Te cruzabas con un sujeto descalzo y con barba que le crecía hasta los pies y te contaba la Odisea mientras se comía una ristra de ajos o se rascaba el culo, y tu le respondías con la Divina Comedia y te mesabas el sobaco. Después aparecieron unos tipos que te vendían un trozo de piel de cabra con unos garabatos asegurándote que de ese modo no tendrías que perder el tiempo memorizando, que era un invento genial. Y entonces se inventaron el negocio del libro y el de las estanterías, que vino muy bien a los carpinteros. La gente ya no memoriza porque si lo hiciese no podría presumir de que tiene muchos libros en casa. Todo buen famoso que se precie tiene un porretón de libros y los enseña, aunque no los toque. Ahora que has plantado un árbol y no tienes hijos por que no se llevan, los del negocio del libro te invitan a que escribas uno, pero pagándolo. Cuando compres uno piensa en la de árboles que han perdido la vida, y que todas esas tonterías que lees ya estaban en tu cabeza, que no te has molestado en investigar porque suponías en los estantes. Si no me crees haz la prueba. Coge uno al azar, lee el título, y verás que pronto imaginas una historia. Importa poco si coincide o no con la del autor, sino que tu mente vuele alto.


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