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lunes, 21 de abril de 2025

Del resucitado

Lo que más me choca de las celebraciones de Semana Santa, donde todo es chocante e irracional, es el asunto del Resucitado, que es la última procesión y la que menos seguidores tiene. Nunca he terminado de comprender ese regusto por el sufrimiento en los pasos de la pasión, a altas horas de la madrugada, y el poco atractivo de la resurrección a plena luz del día. Es un contraste abrumador. La última debiera ser la más importante, la más celebrada, la más numerosa en capirotes y fieles, pero es la que queda atrás por la desbandada, esa huida de maletas y operación retorno, un huracán que se lo traga todo, y devuelve a la gente a su infierno cotidiano. En el fondo, en todo lo católico hay un ateísmo profundo, un regodeo en el dolor y un eterno retorno al sacrificio. El resucitado es un remate, un punto final, y eso es lo que no agrada, porque lo que gusta es que las ruedas del mundo giren y giren una y otra vez. Nadie está preparado para detenerse definitivamente en el paraíso.


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