Era a los almacenes El métrico, en la calle Trinidad, donde llegaban las telas de moda, tan prácticas para vestir fetén en las efemérides religiosas, fuese la Navidad, la Semana Santa o o el Corpus. Hasta sus escaparates acudía toda Úbeda a ver las novedades y comprar por metros la tela para el vestido o el traje, quizás un abrigo. Si no andabas listo se quedaban sin existencias y tenías que echar mano de lo antiguo y corrías el riesgo de que te señalasen. "Domingo de ramos, el que no estrena se le caen las manos", se decía en tal ocasión, como en cualquier otra. Mi padre visitaba a su primo el Monino, que estaba tras el mostrador, a ver el género y, en caso de dar con un buen paño, monísimo, llegar a un acuerdo con el dueño, para que se lo guardase, y evitar que volase. Ahora que las modas van y vienen, o conviven, esas preocupaciones y previsiones ya no importan. Ya no hace falta el metro, ni cuarto de costura como ahora de baño. Ahora viene todo parejo de Asia, de ese socialismo capitalista que nos iguala, y llaman progresista por la oferta, siempre desmedida.
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