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miércoles, 31 de diciembre de 2025

El flujo del tiempo

Se acaba el año, dicen, pero en realidad no se acaba nada porque todo es un inicio, un comienzo, siempre un viaje que empieza a una eternidad sin límites, segundo a segundo. Era Aristoteles el que apuntaba a un tiempo sin principio ni fin, algo que siempre fastidió a los cristianos, porque les malograba el invento de origen y término, que se quedaba en eternidad. Pero el macedonio hacía de la eternidad una constante no un después de, sino un siempre. A la larga, pese a su opinión, tan opuesta a la de su maestro, se ha impuesto esa filosofía del fin eterno pero definitivo. Ya sean creyentes o ateos, el caso es joder la marrana, con el infierno y el aburrido paraíso, o la nada más negra y absoluta. Aristoteles defendía el flujo, que es sinónimo de vida, un misterioso equilibro de un cosmos siempre en movimiento. Esa teoría trastocaba la individualidad del sujeto, y anulaba el poder de la religión y la ciencia sobre el individuo, "divide y vencerás" murmuraban y murmuran con malicia sus popes para amedrentar en solitario al cismático. Y he aquí, concluyo, que donde debemos colocarnos es el ese río que no conduce a ninguna parte, sino que simplemente lleva, por más que pasen los años, los meses, las semanas y los días. Viajar y nada más que viajar, por las estepas del tiempo, sin preocupación por el destino, pues no existe parada con ese nombre, sino una infinita conquista del devenir.


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