A la vista un año que empieza, que no es más que un número, u otra vuelta al sol de nuestro planeta, sin más importancia para el universo, pero sí mucha para nosotros, pues nos gusta poder sumarlo y contarlo, siempre surge la reflexión y los propósitos para el que viene. Este curioso ejercicio que hacemos y hemos hecho los seres humanos desde que tenemos consciencia del existir no deja de ser la solicitud para una prórroga de un futuro siempre incierto, un conjuro para que las cosas no cambien o, si lo hacen, que sea para mejor. Poco importa lo que se fue dejando en el camino, por olvido o interés, supervivencia, o tal vez porque uno se va tan desnudo como vino, y todo sobra, incluso el papel del personaje que imaginamos ser y, en realidad, nunca fuimos. Pero soñaremos con repetir una vez más, porque en el fondo añoramos ser malos alumnos, pese a las enseñanzas de la vida.
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