El convidado de piedra es un personaje siniestro que aparecía al final del Tenorio, o del burlador de Sevilla, cuando yo ya tenía mucho sueño y quería marcharme a la cama, y mi padre no me invitaba a hacerlo, porque, señalaba la tradición, que había que ver la obra el día que tocaba, que era el de los santos. Yo, que no me acomodaba a la indumentaria del actor de turno, por talco que le echasen a la cara, me lo imaginaba como se indica, es decir, estatua, de mármol o caliza, pesado, severo y malcarado. En ocasiones de bronce, o con pies de plomo, pero siempre como La Cosa, con ese cuerpo de sillares y slip insignificante. Nunca terminé de comprender quién era aquel señor tan singular que acudía a una cena, y se llevaba a don Juan a los infiernos, sin tener cuernos ni rabo. Tampoco comprendía lo de la monjita de blanco, pues mala no parecía.
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