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lunes, 10 de noviembre de 2025

El Calpurnio que llamaron Pisón

Se llamaba Calpurnio y los de latín le apellidaron Pisón, sin tener en común más que el nomen con el de la conjura contra Nerón. Tampoco tenía nada que ver con el dibujante, aunque en ocasiones hacía monigotes en los márgenes de los manuales de clase, que en nada desmerecían a los de aquel. A Calpurnio no le molestó el mote, porque no halló ofensa alguna, sino una travesura de los compañeros de letras, siendo él de ciencias. Le cogió gusto a lo de Pisón porque le daba cierta autoridad, como que pisaba fuerte, con seguridad, o que pisoteaba a sus rivales, y no es que fuera pendenciero, pero el mote se lo fue dando. De ahí a que de un pisotón mató tres gatos fue un suspiro. Lo cierto es que remataba bien al futbol, y una vez pisó sin querer al delantero del contrario y se ganó la fama de sucio en el deporte. Desde entonces lo de Pisón se impuso y perdió el Calpurnio, por lo que si preguntáis por él no lo hagáis con éste, sino con el puesto.


domingo, 9 de noviembre de 2025

Sin novedad en el frente

El moribundo se aferra al cadáver del enemigo porque le sirve de salvavidas. Patalea para que no se hunda, pues lo harían definitivamente ambos. Ha pasado medio siglo y su esperanza está en que resucite, lo suficiente para seguir a flote.



jueves, 6 de noviembre de 2025

Café y tostadas en El Valle

Un letrero, que no era sino una fotocopia, de un tipo vestido con calzón corto y camiseta blanca, coronado por bombín, adornaba la pared y recibía al parroquiano con un dicho: “si usted es del Madrid, que dios le bendiga; y si no lo es, que Dios le perdone. Un elegante radiocasete de torre, con doble pletina, apoyado en una tarima, sonaba al ritmo de Los canarios, y muy bien, porque según el barman, Pepe, y nadie le chistaba, las cintas magnéticas no se rayaban como los cedés; y nunca estimó necesario cambiar al lector laser. La barra era larga, de punta a punta, de lo que fue nave industrial y hoy biblioteca. Cafés y tostadas, vasos, tazas, platillos y cucharillas, monedas de papel y níquel, se deslizaban por su superficie de mármol, esquivando codos y manos. El aula convertida en cafetería se llenaba de estudiantes y de ruido, a la hora de los recreos; y antes, o después, de estos se escuchaba a Gaspar al otro lado del muro, dando brochazos gruesos de voz, sobre un cuadro fugaz y aéreo. En los huecos absurdos y guardias distraídas se formaban, en aquella improvisada ágora, juntas y debates, sencillas tertulias, de anécdotas y libros, sucesos o novedades, planes e inspectores. No queda película de aquello, porque no resultaba importante; nos conformaremos con la niebla que deja el recuerdo, de un gesto o un dicho, cada vez que nos llevemos un café a los labios, en cualquier otra parte.


miércoles, 5 de noviembre de 2025

Un musulmán en la corte de Manhattan

Un tipo que presume de musulmán no puede ser muy progresista, sino más bien conservador. Si a esto añadimos el apelativo "socialista" para la ciudad que es por excelencia la materialización del capitalismo, podemos llegar a la conclusión de que nada es lo que parece. No veo a Gadafi por Manhattan, sino en alguna performance. Yo tuve un conocido yankee que me confesó que en EEUU, demócratas o republicanos, todos, eran de derechas. Yo creo que las derechas transitan por senderos extraños, pero también es verdad que eso vienen haciéndolo las izquierdas, como mirando a otro lado, desde hace algún tiempo. Vivimos tiempos de fumarolas.



martes, 4 de noviembre de 2025

El libro perdido por prestado te deja fastidiado

Viene a ser un fastidio ponerte a buscar ese libro que recuerdas y no encuentras, y ahora echas en falta, por curiosidad o necesidad, y resulta que prestaste o regalaste en un arrebato, esa falta de lucidez y previsión, y ahora te arrepientes de ambas decisiones, fuese la que fuese, porque sabes que ya no lo vas a recuperar, y para colmo era una rareza, imposible de adquirir, porque hay piedras con las que tropiezas una sola vez en la vida, y sabes que la solución está en coger al agraciado por las solapas, amedrentarlo, zarandearlo y exigirle la devolución del grimorio. El problema es que no encuentras la ocasión ni el lugar adecuado, donde armar un gran escándalo, para reclamar lo que te pertenece. El libro era de Saki, y este, maldición, se parece a uno de sus relatos.


domingo, 2 de noviembre de 2025

Libros de atrezo

En webs de libros de segunda mano venden lotes para decorar o de atrezo. No es broma, con esas mismas palabras los despachan. De Hemingway a Faulkner, Pearl S. Buck o Herman Hesse, Kipling y Camus, Shólojov - Francois Mauriac, entre otros, son tacos que cubren un espacio en las baldas. Con este panorama ha de admitirse la degradación de la literatura, convertida en mercancía primero y en adorno después. Al menos, como consuelo, estos autores dan prestigio a la biblioteca de cara a las visitas o la foto de Zenda, se lean o no, que para eso están los planeta, que giran alrededor del sol que más calienta.


viernes, 31 de octubre de 2025

El convidado de piedra sin cuernos ni rabo

El convidado de piedra es un personaje siniestro que aparecía al final del Tenorio, o del burlador de Sevilla, cuando yo ya tenía mucho sueño y quería marcharme a la cama, y mi padre no me invitaba a hacerlo, porque, señalaba la tradición, que había que ver la obra el día que tocaba, que era el de los santos. Yo, que no me acomodaba a la indumentaria del actor de turno, por talco que le echasen a la cara, me lo imaginaba como se indica, es decir, estatua, de mármol o caliza, pesado, severo y malcarado. En ocasiones de bronce, o con pies de plomo, pero siempre como La Cosa, con ese cuerpo de sillares y slip insignificante. Nunca terminé de comprender quién era aquel señor tan singular que acudía a una cena, y se llevaba a don Juan a los infiernos, sin tener cuernos ni rabo. Tampoco comprendía lo de la monjita de blanco, pues mala no parecía.


martes, 28 de octubre de 2025

La IA literaria

Le pido a la IA que me haga un bosquejo de una de mis novelas, para anunciarla. Le doy cuatro ideas y me presenta una entrada cojonuda. Deduzco que por este camino cualquiera puede darse el gustazo de imaginarse divulgador literario, y puede caer en la tentación de definirse creador. La IA es un alumno avezado, que ha bebido de todos los cursillos de escritores que proliferan por la red, y ahonda en sus trillados remedios. Por eso, lo adecuado es tomar su propuesta y usarla, pero no seguirla, sino para contar mismo, pero de otro modo, que será lo original y chocante, porque si no, es repetición y resabio, ilusión, como la música del organillo de manija, o viaje sobre Clavileño el Alígero.


domingo, 26 de octubre de 2025

Si Al-Gafequi contase

A pocos importaba que fuese Al-Gafequi el personaje que desde un lateral de la plaza del cardenal Salazar contemplase la puerta de El Churrasco - nunca sabremos si con hambre o terror a la carne de cerdo, por si era de cerdo - o mirase sin mirar, entrar y salir, al alumnado de la facultad de Filosofía y Letras, sita en el viejo hospital. Por aquel entonces el celebrado oculista del medioevo andalusí no resplandecía como ahora, ni nadie lo presentaba a las multitudes, sino en escasas ocasiones y siempre a contados nórdicos. Su color era más opaco, tal vez porque la humedad del río propicia la expansión del liquen, las palomas no respetaban su turbante, ni los perros su peana, o quizás porque en más de una ocasión alguien lo había bautizado con cerveza, o lo había ahumado con tabaco u otra sustancia que le daba cierta y nebulosa vida. A sus pies se multiplicaban cáscaras de pipas, colillas y vidrios de color de cobre. Pero nada parecía incomodarle. Al-Gafequi recibía temprano a las estudiosas y acompañaba hasta muy tarde a los que preferían el corro y la tertulia en vez del aula y la monserga. Desde su ventajosa posición controlaba el movimiento del alumnado, para retirarse a la plaza Maimónides, tomarse un café en Deanes o sumergirse en la calle La hoguera. Algunos, los más inquietos, para evitar a Catilina, prefería huir hasta el patio de los naranjos en busca del sol de la mañana, o subir al antiguo alminar para fumarse un pitillo esperando a Aníbal.  Si no acudía Alejandro, porque estaba de excavación, se retiraban hasta el arqueológico y allí conversaban con Ulises, o se imaginaban correr el agua por el caño del ciervito de Medina Azahara, bajo la torcida vigilancia del segurata. Hubo valientes que incluso se atrevieron con ocupar la trinchera de Gran Capitán y rescataron alguna tesela, por vérselas con Anguita. En la librería de la esquina se hacían las fotocopias o se pillaban los apuntes de la Asquerino, el libro egipcio de Drioton, los de siglo XXI, los clásicos castellanos o el Strahler. Por las tardes, retumbaba la calle Romero con las palabras de Marzoa explicando a Descartes. Pedro Ruiz mentaba las coplas de Mingo Revulgo. Contreras llevaba la medieval y Bartolomé la Geografía. Unos gatos como panteras se paseaban por los tejados de enfrente, y miraban a los ratones de las aulas con los ojillos ladinos. Al final de la de Almanzor podía hacerse uno con un bocata, en El Picantón si era más tarde. Nadie pensó en llevarle uno a Al-Gafequi. 



sábado, 25 de octubre de 2025

La aventura del busto parlante

De las muchas y singulares anécdotas que se cuentan en el Quijote, guardo recuerdo de una que me sugestionó en la infancia, que no es otra sino la del busto parlante, que guardaba en un aposento Don Antonio Moreno, aquel que dio cobijo al manchego en la ciudad de Barcelona. Si bien es cierto que al final la Inquisición destapaba la farsa y no había sino truco en todo ello, por mucho tiempo padecí yo por las estatuas que pudieran hablarme, y de ese modo, en sueños, sufrí sus increpaciones y reprimendas, por mi comportamiento, en especial de aquellas de Semana Santa, que lo hacían en voz alta y clara. Y por eso se lo conté a mi padre, y él me dijo que si eso me pasase en la realidad y no en una pesadilla sería milagro. Por lo que, entre otras razones, decidí que era mejor no pisar una iglesia y evitar así poner en compromiso a los santos.