Hay días que amanecen con niebla y sueñas con que todo haya desaparecido, sobre todo el lugar donde trabajas, pero la realidad es que no tarda en disiparse y todos tus planes se vienen abajo. La niebla también te trae a la memoria la novela de Unamuno, y te imaginas imaginario de alguien con más luces que tú, que te ha puesto a protagonizar una historia que no es la que tú querías, pero como no tienes su dirección no puedes ir a cantarle las cuarenta, ni pedir una indemnización. En la niebla también te sumerges cuando te atrapa el sueño y sientes que caes lentamente, de manera tan agradable que no te molestas en impedirlo. La muerte debe ser también una niebla que te obligue a caminar a ciegas un largo trecho, según los pecados cometidos, si existiesen, los buenos y malos o gozosos, para conducirte a algún tipo de erial donde tengas la esperanza de topar con otra que vuelva a envolverte, por espesa que sea. Es cuestión de buscarla.
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