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domingo, 31 de agosto de 2025

La homosexualidad del Cervantes y otras paradojas

Que Cervantes era homosexual lo pregonaba Arrabal hace décadas; y mientras lo decía se tomaba unos cubatas a la paciencia de Sánchez Dragó, o confesaba a Quintero que el sexo anal era doloroso, según le había contado su amigo Jodorowsky, el de los guiones de Moebius. Yo no pude, he de confesar, pasar de las primeras páginas de su ensayo Un esclavo llamado Cervantes, porque no le encontré la gracia que le veía en la tele, por lo menos no tanta como cuando defendía a la Virgen de Lourdes del ataque mediático de los progres, y esas cosas que disparaba empapadas en alcohol. Ahora Amenábar redunda en el dicho, o intenta vender su peli y luego no, (los tráilers suelen ser muy engañosos). Y hemos visto unas escenas que nos recuerdan a las de las pinturas de las tumbas etruscas, pero en un serrallo de Argel. Es posible que a Cervantes le diesen uno o varios viajes en algún rincón de la celda, el tiempo que duró su cautiverio, pero sin tanta poesía persa como intentan vendernos. Personalmente, más que la sexualidad de don Miguel, lo que me interesa es su Don Quijote o, en todo caso, su origen cordobés, asunto verdaderamente provocador, porque como decía mi cojonero amigo Galadí: cordobés y portugués no puede ser.


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