Los nazis entraron en París y Picasso, partidario de la República española y autor del Guernica, no fue enviado a un campo de concentración ni repatriado a España para ser juzgado, sino que continuó pintando en su taller, atendiendo a sus admiradores y despachando cuadros. No fue hasta el 44 cuando se afilió al partido comunista, anunciado a bombo y platillo; y a la muerte de Stalin, pintó un bonito retrato del camarada. Nunca quedó del todo claro la sinrazón de su "libertad vigilada", como la llaman algunos. Hay quien señala directamente al Führer como responsable de tal gracia. La famosa anécdota de que un jerarca nazi le preguntase por la autoría del Guernica, y él respondiese que habían sido ellos, probablemente sea apócrifa, pero manifiesta que le permitían expresarse con libertad.
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