Ya pisamos junio que es un mes esperanzador, porque huele a vacaciones. Eso es lo que decía un amigo mío cuando empezaba el mes para cabreo de su jefe que, sin dudarlo, le buscaba más trabajo. Pero ni por esas. Aquel no se achantaba y lo repetía varias veces a lo largo de la mañana. Luego resultaba que junio era más largo de lo que aparentaba y se le olvidaba la broma, pero no a su jefe. Es verdad que junio tiene algo de apagón, intermitente, no llega a ser el de agosto, pero intención y calor no le faltan. La realidad es que queda mucho todavía para la desconexión total. El primer junio de mi vida lo pillé muy tarde, porque me esperé hasta el 26 para conocerlo. En el fondo soy más de julio, que es cuando empezaron a pasarme cosas, que no recuerdo del todo, pero sí algunos flashes. No sé por qué defecto de fábrica se grabaron en mi cabeza sucesos tan tempranos. Siempre he sospechado que está relacionado con su tamaño, el de la cabeza, me refiero. Dice el refrán que el sayo puede hacerte falta todavía, ojalá sea así. Ahora no conviene descuidarse, el aire acondicionado te demuestra lo fácil que es pillar un buen resfriado.
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