Seguidores

domingo, 8 de junio de 2025

El rey persa marcha al combate

Cuando el rey persa decidía ponerse en marcha al amanecer, el ejército era encabezado por los magos que transportaban sobre un altar el fuego sagrado y eterno. Jóvenes vestidos de púrpura les seguían, tantos como los días del año. A continuación, un carro tirado por enérgicos caballos negros y conducido por aurigas vestidos de blanco transportaba una imagen de Ormuz, el dios del cielo. Un rocín albo que representaba al sol venía tras ellos. Doce caballeros de doce pueblos distintos, diversos en su forma de vestir y armas, custodiaban el tesoro sagrado. A estos les seguían los “inmortales”, 10. 000 valerosos guerreros, vestidos de hierro y oro. Pocos pasos después acudían los nobles, familiares del rey, lujosamente vestidos. Tras ellos los “doríforos”, encargados de sostener la cola del manto del monarca. Precedían a este último, sentado en su trono, que estaba instalado sobre un carro adornado de oro, plata y piedras preciosas. A ambos lados se elevaban dos estatuas de oro, representación de los fundadores del imperio: Nino y Belo. 10. 000 lanceros custodiaban al rey. No muy atrás acudían la madre, mujeres e hijos del rey, montados en carros no menos ricos que los de aquel. Les seguían 365 concubinas, cientos de eunucos e institutrices, personal de servicios, criados y trabajadores. Tras ellos podía contemplarse el tesoro real, sobre 600 mulos y 300 camellos, defendido por docenas de arqueros. Y cerraban el cortejo miles de guerreros provenientes de todos los lugares del imperio, obedientes a los pactos y amenazas que los sujetaban a cumplir con la obligación de entrar en combate en defensa del tirano que los sometía.

Por la marcha de tanta y diversa gente, la tierra en derredor temblaba.

No hay comentarios: