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sábado, 25 de mayo de 2024

Demonios

De la existencia de los daimones, seres que actuaban de intermediarios entre los hombres y los dioses, hablaban con conocimiento y fluidez los antiguos sabios, (Pitágoras, Platón y esos); y no dudaban de su existencia. Los dividían en buenos y malos, hasta que llegaron los cristianos y los pusieron a todos del lado de los segundos, y ahora los conocemos como demonios. Aquellos daimones, de cuando en cuando, te echaban un cable cuando el dios de turno la tomaba contigo o el destino se te torcía; y te acompañaban al infierno para que no hicieses el viaje solo, es decir, tenían su corazoncito. Sócrates gustaba de referirse a un daimón que le guiaba en la toma de decisiones, alusión que le trajo bastantes problemas. A daimones de este estilo los cristianos los convirtieron en ángeles de la guarda, que acompañan a los niños, y a las niñas, pero sobre todo a los niños, para que no se lleven una pedrada o caigan en un pozo. En ocasiones los magos, brujas y nigromantes, sometían a su voluntad a los daimones y conseguían de ellos cosas que quebrantaban las leyes del orden que marcan las estrellas y planetas, pero no por iniciativa propia sino fruto de un sortilegio. Algún que otro obispo guardó en una botella a un daimón y lo tenía a su servicio, y viajaba de un lado para otro sobre sus hombros sin necesidad de pasaporte. Durante muchos años yo estuve buscando a mi daimón, por si me señalaba algún camino, pero sin éxito. Llegué a la conclusión de que era sordo o estaba en otras cosas. Sin embargo, eso no ha evitado que otro se haya instalado en mi casa e intente guiarme. Los daimones son muy puntillosos y son difíciles de esquivar.


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