El señor Mauricio paseaba por el campo todas las tardes para saludar a la chica pelirroja de los vestidos de letras. Era un capricho que le venía de cuando hizo la mili como artillero en el Muriano que fue cuando la vio por primera vez, después de unas maniobras contra enemigos imaginarios y fuego real. Pero la moza, muy musa ella, no le dirigía ni un pestañeo y lo rodeaba en cuanto que sus caminos se encontraban por mucho que él descubriese galantemente su pelo engominado. Un día a él le dio un paso de aire y se quedó en aquella postura tan cursi, sombrero en mano, para siempre. El caso es que a ella se le enredaron las letras en los bigotes del mariscal y por obra y gracia del Levante, se dan besitos todas las noches.
1 comentario:
Hey, señor comediante!
Qué buen relato, tan condensado y con toques de humor y poéticos. Si es que se te dan bien los nano-relatos, microrrelatos o como se llamen.
Publicar un comentario