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martes, 18 de junio de 2024

La paloma parlanchina

El oráculo de Zeus estaba en Dodona, en las proximidades de Epiro. Contaba el mito que una paloma en su vuelo tropezó con las ramas de una encina, adquirió el don de la palabra, como si fuese un loro, y empezó a dar pistas sobre el futuro a todo el que pasaba por allí o tenía intención de echar una siesta, impidiéndoselo. Pronto a su alrededor se juntaron curiosos de ambos sexos para averiguar el significado de los mensajes del ave. Los más habituales le fueron cogiendo el gusto a la tertulia y pronto estimaron oportuno organizarse para cuidar al pájaro e interpretar sus dichos. Así algunas mujeres se proclamaron sacerdotisas, con intención de hacerse cargo del culto, y se pusieron el mote de "palomas", y con el tiempo las llamaron "viejas". También acudieron hombres con el mismo propósito y se hicieron sacerdotes. Todos, ellos y ellas, adoptaron por costumbre dormir en el suelo y no lavarse jamás los pies, pero sí cobrar por dar el oráculo. Cuando la paloma murió, en vista de que se acababa el chollo, la cofradía aguzó el oído y comprobó y anunció que el árbol seguía hablando.  Eran las hojas, que al contacto con la brisa  se volvían parlanchinas. Así el culto se mantuvo por muchos siglos. Los de este santuario se referían a Zeus por su nombre, pero a veces en femenino y le decían Dione. Aquí acudían hombres a averiguar si el hijo que esperaba su mujer era o no suyo, entre otras cosas.


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