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miércoles, 31 de enero de 2024

El Cristo sevillano del que todo el mundo habla

No quería entrar en la polémica del Cristo porque me conozco, pero es que andáis todos provocando y no he tenido más remedio que dedicarle unas letras que son las que a continuación vienen. Por supuesto que estoy convencido de que es una obra de categoría, magna, respaldada por una técnica y una composición extraordinarias, algo relamida, y un equilibrio de luz y color incontestable. Es una imagen bella tras la que hay un reputado maestro o mago del pincel, es indudable. Este ha sabido dar a una figura tradicional de nuestra cultura un nuevo aire, más moderno, juvenil, con ribetes clásicos y académicos, que nos recuerda a las de Antínoo y otros púberes de la antigüedad que terminaron quemándose en los infiernos, pero también a los modelos de los anuncios de colonias, afeitadoras y calzoncillos que nos pasan por Navidad y fin de año. Por otra parte, y que conste que son apreciaciones personales y discutibles, pero que creo necesarias señalar, por haceros partícipes de mis cuitas, pienso, ya digo, que este Cristo tiene las orejas muy grandes, demasiado, cosa poco frecuente en la imaginería religiosa, o que se le ven mucho porque la melena no se las tapa. Con esa historia de que es un “resucitao”, insisten, parece que va a echar a volar con ellas, como el mismísimo Dumbo, puesto que los que tienen alas para hacerlo son los ángeles. Me recuerda, por seguir con el símil de la animación, a uno de los roedores del filme de la Cenicienta de Disney, o a un ratón Pérez, tiene la misma carilla y no le hace falta más que un pedacito de queso o un diente en la mano para pasar por él. Que el señor me perdone, pero lo veo así.

Seguro que ocupará una entrada destacada en los diccionarios de cristología. 


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