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martes, 31 de julio de 2007

HOTCAT.


Esa caló, Dios mio, esas criaturitas carroñeras que viven en nuestras costas y comen lo que cae alrededor las chanclas, ¿es que naide quiere acordarse de ellas? Y mira que son pesaicas, que se te acercan por lo bajo y venga arrumacos, venga arrumacos. Y en cuanto pueden, zas, tan birlao la cena de un zarpazo. Ah!, triste condición la del gato marinero, porteño o costero. Sus siestas, sus cariños, sus miau, y sus robos. Miran al horizonte y guiñan los ojos, estiran las patas y el rabo, bostezan. Allí en Egipto eran Dioses.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Amigo Juan, aquí en el pueblo, allá al fondo a la derecha de la playa pasado el rio, en lo que se viene a llamar Peña Parda, he visto gorriones tratando de arramblar con una tostada (de tomate) entera de un plato en la terraza de un chinguirito (como diría el Bute), te lo uro. Y la atónita muchacha, dueña del manjar, dejarlos hacer viendo si eran capaces de salir volando con ella.
Pa gatos marrulleros, en los bares de tapas de la plaza Kelibia de la sexitana ciudad vecina.

El Juan Pérez dijo...

Me lo creo.

SinDogmas dijo...

jaja lo de gorriones y tostadas me recuerda a lo de las golondrinas y los cocos de Monty Phyton.