Lo singular de la noche es que te permite escuchar sonidos que de día serían inimaginables. Es, cuando la calle queda vacía y no circulan los vehículos, el momento en el que empiezas a oír los lamentos de los muebles de madera, los crujidos de las paredes, el zumbido de los electrodomésticos e incluso el paso de las crujientes cucarachas. Por supuesto que también percibes con nitidez el ruido de los muelles de la cama del vecino, que te aporta información suficiente para determinar si duerme como un bendito, no encuentra la postura o se ejercita en varias. Es en este punto cuando más conviene marcharse a ver la tele y confiar que se canse pronto, que mañana hay que madrugar.
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