La Rafi era de las más chulas del barrio. Siempre se venía con nosotros. Cuando nos tirábamos piedras con los de la plazoleta, ella nos ayudaba. La tía tenía mucha puntería y más de una vez descalabró a alguno de aquellos niñatos. También trepaba a los árboles y jugaba al balón. Nunca se dejó el pelo largo y sólo una vez la vimos con falda, pero de pasada. Un día se pegó con el Jose y le vimos las tetas. Se fue a su casa llorando. Desde entonces dejó de seguirnos. Creo que después de aquello nos hicimos grandes y dejamos de jugar en la calle.
1 comentario:
Que pena hacerse grande, y dejar de jugar en la calle...
y de poder hacer lo que te diera la gana...
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