Porsena, rey de Clusio, asediaba Roma. El cerco duraba meses y cundía el desánimo entre los romanos. Un día que se pagaba la soldada a los guerreros etruscos, un hombre se abalanzó contra Porsena blandiendo un puñal e hiriendo a un servidor. Cuando fue desarmado, el rey le preguntó que quién era y cuál era su propósito. Respondió el preso que se llamaba Gayo Mucio y que era ciudadano romano. Su propósito era dar muerte al rey. Porsena admiró su valentía por introducirse en el campamento enemigo e intentar asesinarlo, pero señaló su fracaso. Entonces Gayo le dijo que como él otros jóvenes romanos, hasta 300, habían jurado darle muerte, que si uno fracasaba lo intentaría otro, así las veces que fuese necesario hasta conseguirlo. Y para demostrar su determinación y la de sus hermanos introdujo la mano izquierda en un brasero encendido sin inmutarse. Sorprendido Porsena por la actitud del romano, y aterrorizado por aquella amenaza, le dio la libertad e inició conversaciones de paz con Roma.
Regresó Gayo a su ciudad y, por su ingenio, fue recibido como héroe por el senado.
Regresó Gayo a su ciudad y, por su ingenio, fue recibido como héroe por el senado.
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