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viernes, 25 de mayo de 2018

La defensa del altar de la Victoria y el origen de la edad de la penumbra.



El culto a diosa Diana, cazadora y virgen, contaba con numerosos seguidores en la antigüedad. Su importancia en la antigua Roma se manifiesta en múltiples obras artísticas del periodo.
La novela En defensa del altar de la Victoria arranca con un suceso: la destrucción de un santuario en un lugar de la península itálica por obra de una banda de monjes cristianos. No se trata de un hecho aislado sino algo que a mediados del siglo IV se va convirtiendo en un práctica habitual.
Mientras sucesos semejantes se producen en el resto del Imperio, un grupo de senadores encabezados por el prefecto Simmaco eleva una queja al joven emperador Valentiniano II con el propósito de recuperar los privilegios de los que gozaban los cultos paganos. Su principal objetivo es conseguir que la estatua de la diosa Victoria vuelva a presidir las reuniones del Senado como cuando en el pasado se juraba lealtad frente a su altar. Una tarea prácticamente imposible en un momento en el que los césares se han decantado por la nueva fe.



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