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viernes, 7 de abril de 2017

La mosca de Marcelo.



Estaba la ciudad de Nápoles invadida por un ejército de moscas y el poeta Virgilio se acordó de un sobrino de Augusto que adiestraba halcones para la caza.
- Si tú enseñas a aves a cazar aves, ¿por qué no enseñas a una mosca a cazar moscas? -, le dijo.
El otro, que se llamaba Marcelo, después de meditarlo mucho, fue a pedirle permiso a su tío.
Al emperador le pareció acertada la propuesta y dio su beneplácito, y Marcelo, ni corto ni perezoso, adiestró a una mosca en la caza de sus semejantes y ella sola libró a Nápoles de la plaga.
Lo cuenta Juan de Salisbury en su Policraticus, y se queda tan ancho.


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