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jueves, 11 de junio de 2015

El día del oso mantecoso



Era el día del oso mantecoso, que así le conocían en el pueblo y alrededores. Nadie sabía a ciencia cierta el por qué de tal celebración pero lo cierto es que no había día a lo largo del año que alguien no hiciese planes al respecto. Por así decirlo, era cita obligada para todos los del lugar, incluso para los vecinos  y vecinos de los vecinos que parecían contagiarse con la fiesta, que en eso terminó convirtiéndose.
Comentaban las comadres que la costumbre tuvo origen el día que un oso asomó por la granja de Smith el herrero. Pero otros, como el reverendo Jack Palmer, afirmaban que fue en la iglesia,  durante el culto. El caso es que el oso vino atraído por la manteca que por alguna razón estaba presente, ya sea en la cocina u otro lugar de la granja  o quizás en el altar de la iglesia. Y fue entonces cuando la madre de Smith o la soprano del coro, armada de una escoba una y de un cirio pascual la otra, expulsaron al oso a base de golpes.
Desde entonces, ya digo, la gente se congregaba en la plaza del pueblo y armados de cepillos, velas, palos o gruesas barras de metal se adentraban bosque a dentro en busca del oso ladrón y pendenciero.
Hacía muchos años que osos no se veían en kilómetros a la redonda pero los paisanos no cejaban en su empeño y batían el bosque sin contemplaciones. Y rara era la noche de ese día en la que no volvían cubiertos de polvo, hojas y sangre, incluso cargados con algún trofeo de huesos o carne informe.

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