
Era la Guerra Fría cuando el espía husmeaba en Berlín, a este u oeste lado del comunismo. En tales circunstancias era reglamentario un abrigo de lana con forro de piel de foca siberiana. Los cohetes apuntaban a todas partes y ningún sitio era apto para echar una siestecita. Nuestro héroe buscaba los planos y la policía secreta le pisaba los talones. Si no se andaba con ojo podía tropezar y sufrir un accidente. En éstas que un buen día vino un invierno nuclear y todo quedó congelado en el tiempo, como las sombras de Hirosima.
Pérez, no probaste el sushi!!!!
ResponderEliminarManuel, esto no es serio. El Juampe hablando de espías, bombas nucleares, fríos que te dejan helao... Y ahora sales con lo del sushi...
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